Se quiebra de a poco su voz,
Por las palabras que olvida.
Llega casi imperceptible,
Se queda para siempre.
Las arrugas en mi rostro,
Ensombrecen mi juventud.
Más ya no seré otra vez,
Más que lo que pueda.
Dame tus manos,
¿No ves que estamos solos?
Nadie puede oírnos,
En la tormenta.
Y te busco aunque sepa,
Que no voy a encontrarte.
Pero es la única forma,
Que encuentro,
Para seguir adelante.
El tedio calló sus suspiros,
Bostezando tristemente.
Ahora dice que está sola,
Pero nadie le cree.
La niña se esconde bajo sus sabanas,
Tiene miedo ésta noche.
Debajo de su cama, oyó un ruido,
No teme todavía al silencio.
Duermen las flores, aún muertas,
Esperan para siempre.
Los placeres de la ignorancia,
Que aún no conocen, ni agradece.
Se ríe de a poco, y por poco,
Casi tiembla, y cree en todo.
Las puertas la perciben,
A las sombras de su silencio.
Su imaginación la entristece,
En las hamacas que se mecen,
Se encuentra extraviada,
Olvidó su muñeca desde siempre.
No llores, por favor,
Pedime cuanto quieras,
Pero no llores,
Nunca haré menos
de lo que pueda.
Nunca seré más
De lo que pueda.
