Espero haber estado en tu sueño, ese que te despertó ésta mañana.
Los mejores años, esos que a menudo desperdiciamos, anhelando otros, los pasados, que ni tan buenos ni tan santos, pero aún así añoramos.
La sutileza de los años, sin siquiera dejarnos ver cómo pasan, cómo se alejan, se desvanecen dejando sus huellas en nuestros rostros.
No es culpa del beso que ya no siente deseos de besar los labios, que una vez, fueron amados. No es culpa de tus manos, que se me van soltando, de a poco, desesperando. No es culpa del día, que ya no adora más que la distancia con la noche. No es culpa del deseo, sucumbido ante la prisión de lo cotidiano, que cura a los enamorados, aún peor que el olvido.